La Ciudad Perdida del Dios Mono by Douglas Preston

La Ciudad Perdida del Dios Mono by Douglas Preston

autor:Douglas Preston [Preston, Douglas]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 2018-06-01T04:00:00+00:00


Capítulo 18

Este era un lugar olvidado, ¡pero ya no lo es más!

Como de costumbre, se cayó el cielo toda la noche, a veces con una ferocidad ensordecedora, y seguía lloviendo cuando sonó el despertador de los monos aulladores.

Cuando salí de mi tienda y me puse la ropa empapada, Steve, al lado, estaba mirando a los monos araña, que se veían tan miserables como nosotros. Se preguntaba cómo podían soportar la lluvia un día tras otro. Se suponía que era temporada de sequías en Honduras, pero en esa zona remota parecía prevalecer una suerte de microclima demente.

Durante el desayuno, la discusión viró hacia O3. El mal clima impediría el reconocimiento aéreo de O3 planeado para el día. La otra ciudad yacía a unos treinta kilómetros al norte y Chris estaba apasionadamente ansioso por echarle un vistazo, por lo menos desde el aire, si el cielo se abría.

Esperamos una pausa en la lluvia. Cuando llegó, el AStar apareció con dos miembros más de la expedición: Mark Plotkin, el célebre etnobotánico, presidente del Equipo de Conservación del Amazonas y autor del éxito de ventas Aprendiz de chamán, y su colega el profesor Luis Poveda, un etnobotánico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Tenían la esperanza de registrar y estudiar la botánica del valle O1, sobre todo en relación con sus antiguos habitantes; planeaban inventariar cualquier planta que quedara del legado precolombino, y también identificar árboles biológicamente útiles y plantas medicinales. Casi inmediatamente después de que se fuera el helicóptero, volvió la lluvia. Empacamos para otra caminata por las ruinas. Aquella vez, Juan Carlos cargó una enorme maleta de plástico colgada a la espalda. Dentro había una unidad terrestre de lidar de ciento veinte mil dólares, una máquina sobre un tripié, con la que pretendía escanear el depósito de esculturas.

Mientras ascendíamos por las sogas fijas en la pendiente resbaladiza, el profesor Poveda, septuagenario, cayó y rodó por la colina, y se esguinzó la pierna. Tuvieron que cargarlo al campamento y evacuarlo en helicóptero más tarde. En el depósito estaba cayendo tanta agua que Juan Carlos tuvo que esperar una hora antes de atreverse a sacar la máquina de lidar de su caja. La instaló en la pendiente al pie de la pirámide, justo encima del conjunto de esculturas. Hincado en el lodo, con una lona sobre su cabeza, manipuló su MacBook Pro, conectada a la unidad de lidar como controlador. Parecía dudoso que su equipo sobreviviera la prueba. Por fin, horas después, la lluvia amainó lo suficiente para que descubriera la máquina e hiciera un escaneo de once minutos del sitio. Su intención era hacer seis escaneos, desde ángulos distintos, para completar una imagen tridimensional, pero un nuevo aguacero los pospuso y finalmente canceló por el resto del día. Dejó el equipo allá arriba, bien entoldado, para completar los escaneos al día siguiente. Hubo un chaparrón toda la noche, y me desperté con el martilleo de la lluvia contra el techo. Toda la tienda estaba hundida en lodo, y estaba comenzando a entrar agua y formar charcos.



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